viernes, 1 de abril de 2011

60

Aunque llevamos ya una semana de la entrada de la primavera, fue hasta este domingo que yo sentí la fuerza de su entrada triunfal en una calurosa Cuernavaca. Fue la celebración del cumpleaños 60 de mi mamá en un clásico de Cuernavaca: Las Mañanitas. Lugar privilegiado con un increíble jardín, árboles que dan un poco de sombra y asombran, pájaros exóticos que acompañan la melodía de los boleros. El lugar ameritaba una bebida refrescante; solo pude pensar en mis adoradas Piñas Coladas con “Midori”; cóctel de antaño que me recuerda a momentos felices.
Después de un largo rato de disfrutar los cócteles, el jardín y al trío, que cantó los “greatest hits” de Cri-Cri exclusivamente para Mateo, nos llevaron a nuestra mesa. Yo venía decidida y con antojo a full de comerme la tradicional sopa de tortilla, y no me desilusionó, un caldo de consistencia perfecta, con todo el sabor a jitomate y chiles, complementado a la perfección con tortilla crujiente, crema, queso y mi favorito: el chicharrón. Todo lo contrario fue mi elección de plato principal, 100% influenciada por el calorón del día, ceviche rojo de pescado. Por los comentarios que escuche en la mesa, toda la comida estaba excelente, excepto el mío, que no tenía mal sabor, pero simplemente fue algo gris, sin chiste. Creo que un restaurante debe procurar ejecutar cada uno de sus platillos de la mejor manera y tratar de que cada uno de ellos sea único, sin embargo en un lugar como este, donde se tienen tantos platillos diferentes y se trata de satisfacer a paladares locales y extranjeros, es difícil lograr esa perfección en cada uno de los platillos, y siempre existen esos elementos del Menú que no sobresalen y es mejor ignorarlos.
Al final, fue una tarde inolvidable, amenizada por maravillosos vinos mexicanos (Serafiel, 2005 de Adobe de Guadalupe), excelente servicio y un ambiente festivo.





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