lunes, 25 de abril de 2011

Pan de Dios

Aprovechando estos días santos, donde la mitad de los coches y personas de esta gran metrópoli milagrosamente desaparecen, un amigo me llevo por "el mejor pan dulce de la ciudad". Efectivamente en plena semana santa probé un pan tan pero tan bueno, que parece que el mismo diosito se puso a hacerlo. 
Todo fue una experiencia, desde llegar a la popular colonia La Nueva Sta. María, de esas colonias con un “feeling” retro donde da la impresión que todos se conocen y se vive en un verdadero ambiente familiar. Te vas encontrando todo tipo de comercios pequeños, la mayoría relacionados con comida, mis 
"Tour guides" privados me describieron con lujo de detalle los "Best Sellers" culinarios de la zona, que incluyen una heladería, un restaurante de costillas y por supuesto La Patricia, el reino del pan dulce. 
La Patricia es de esos lugares que se fundaron hace años, lugares bien hechos, bien pensados y que llegaron para quedarse. Llegamos por ahí de las 6 de la tarde, justo a tiempo para encontrar el pan recién salido del horno y encontramos una variedad impresionante de pan dulce, que yo nunca había visto en mi vida, conchas de vainilla y chocolate, trenzas, cuernitos, banderillas, garibaldis, campechanas, panqué, mantecadas, galletas y muchos otros. Era tanta la variedad que me tardé como 15 minutos en escoger cual de todos me iba a llevar a casa, en este tiempo el lugar se llenaba de vecinos a tal grado que la panadería parece tienda departamental un 24 de Diciembre, pero aún así se siente un ambiente familiar, donde la misma dueña que fundó esta panadería artesanal hace 49 años, sigue cobrando y acomodando el pan en las charolas, para que sus estantes nunca se vean vacíos.
El pan de la Patricia tiene un sabor casero y tradicional que lo hace ser ligero, perfecto con un chocolate caliente o un buen café con leche. El descubrimiento de este monumento al buen pan, fué para mi Ser culinario, un verdadero milagro de Semana Santa.
Les dejo unas fotos de este gran lugar, si se deciden ir por un manjar, les recomiendo vallan a las 6 dela mañana o a las 2 y 6 de la tarde, horarios donde encontraran el pan recién salido del horno.










viernes, 1 de abril de 2011

60

Aunque llevamos ya una semana de la entrada de la primavera, fue hasta este domingo que yo sentí la fuerza de su entrada triunfal en una calurosa Cuernavaca. Fue la celebración del cumpleaños 60 de mi mamá en un clásico de Cuernavaca: Las Mañanitas. Lugar privilegiado con un increíble jardín, árboles que dan un poco de sombra y asombran, pájaros exóticos que acompañan la melodía de los boleros. El lugar ameritaba una bebida refrescante; solo pude pensar en mis adoradas Piñas Coladas con “Midori”; cóctel de antaño que me recuerda a momentos felices.
Después de un largo rato de disfrutar los cócteles, el jardín y al trío, que cantó los “greatest hits” de Cri-Cri exclusivamente para Mateo, nos llevaron a nuestra mesa. Yo venía decidida y con antojo a full de comerme la tradicional sopa de tortilla, y no me desilusionó, un caldo de consistencia perfecta, con todo el sabor a jitomate y chiles, complementado a la perfección con tortilla crujiente, crema, queso y mi favorito: el chicharrón. Todo lo contrario fue mi elección de plato principal, 100% influenciada por el calorón del día, ceviche rojo de pescado. Por los comentarios que escuche en la mesa, toda la comida estaba excelente, excepto el mío, que no tenía mal sabor, pero simplemente fue algo gris, sin chiste. Creo que un restaurante debe procurar ejecutar cada uno de sus platillos de la mejor manera y tratar de que cada uno de ellos sea único, sin embargo en un lugar como este, donde se tienen tantos platillos diferentes y se trata de satisfacer a paladares locales y extranjeros, es difícil lograr esa perfección en cada uno de los platillos, y siempre existen esos elementos del Menú que no sobresalen y es mejor ignorarlos.
Al final, fue una tarde inolvidable, amenizada por maravillosos vinos mexicanos (Serafiel, 2005 de Adobe de Guadalupe), excelente servicio y un ambiente festivo.





domingo, 13 de marzo de 2011

Queretaro Wannabe

Después de pasar un día descubriendo productos orgánicos mexicanos y de ser sorprendida por la calidad de nuestros quesos artesanales, llegó la hora de escoger un lugar para cenar en Querétaro. Basados en la guía local de turismo escogemos un restaurante llamado Poui. Con una vista privilegiada   al hermoso acueducto,un diseño espectacular y contrastante con lo tradicional de la ciudad, este establecimiento pinta para ser el mejor de Querétaro.
Al llegar nos recibieron de forma muy amable, personalmente me sorprendió lo bien logrado que esta el diseño del lugar, moderno pero acogedor, se siente un ambiente de elegancia contemporánea, misma que es reiterada por el amable servicio del lugar. Es justo cuando uno recibe el menú que se descubre la esencia, el espíritu y la personalidad del lugar. En este caso, no pude identificar ninguno de estos.  Con una selección enorme de platillos, empezando por una sopa Minestrone con un “toque Asiático” (me sentí insultada al leer que existía eso ya que me declaro “fan from hell” de dicha sopita italiana) y pasando por platillos “fusión” y tradicionales de comida mexicana, asiática e internacional, nunca llegue a entender la propuesta del chef. En fin después de decidirme por algo en este mar de confusiones gastronómicas, al momento de probar la sopa de tortilla, que  es presentada de manera moderna con técnicas de la tan codiciada cocina molecular, la decepción fue peor, nada como la tradicional sopa de tortilla, que me como con tanto gusto en el Toks (en otro Post les contaré de mi obsesión por las sopitas). Sin embargo lo peor estaba por llegar….mi ceviche que sabía mas bien a limón con pescado congelado, hasta me sentí mal por el pobre pescado que fue sacrificado para esa desgracia. Con la esperanza de que algo dulce mejorara esta experiencia, en la mesa ordenaron unos rollitos de mango rellenos de chocolate blanco, digamos q ni mango ni chocolate tenía el postre, los reclamos al mesero fueron escuchados con atención y amablemente nos lo cambiaron por un arroz con leche, que me hizo extrañar nostálgicamente aquel épico arroz con leche que prepara la mamá de un buen amigo.
 En fin que me ví sentada en un restaurante sin personalidad, que al querer ser moderno y ofrecer comida diferente y a la ultima moda, pierde toda credibilidad. Al final una sopa que con su sabor te suba el animo, o un ceviche que te transporte a tu “happy place” en la playa, y no un diseño perfecto son los que le dan esa codiciada personalidad a un restaurante. No se si fue que venia de probar cosas muy sencillas pero hechas con el corazón que sentí que este lugar le falto justo eso, corazón. Les dejo la página web del lugar para que lo vean y quien sabe a lo mejor me toco la mala suerte que aquel día no fueron capaces de ejecutaran bien su "visión" http://www.poui.com.mx/.
Por los precios ni se preocupen no tiene nada que ver con los precios altos de cualquier restaurante pretencioso de la gran capital.

Lo bueno es que un buen vino italiano (Gavi di Gavi) y excelente compañía salvaron la noche, gracias a mis complices por sobrevivir conmigo a esta confusión de sabores.